Como romper con la improvisación
Por Fabián Ruiz |
Me gustaría hablarte de esos cambios pendientes.
Para esto te voy a hacer algunas preguntas:
- ¿Por qué no ordenas las cajas con cosas sueltas de la última mudanza?
- ¿Por qué se te pasan meses sin llamar a un amigo o un pariente lejano?
- ¿Por qué nunca llevas a comer afuera a tu esposa?
- ¿Por qué no haces ejercicio físico de manera regular?
- ¿Por qué después de años de cristiano, no has leído todavía la Biblia completa?
- ¿Por qué no rendís las materias que te faltan y obtenés tu diploma?
- ¿Por qué no tenés ahorros personales para una posible contingencia?
- ¿Por qué tus sueños no se convierten en tareas?
La respuesta es en todos los casos la misma: Porque improvisas.
Tan simple y tan trágico.
Improvisar significa que amanecemos cada mañana sin saber que vamos a hacer y por ello terminamos haciendo siempre lo mismo, es decir, nada de lo que creemos importante.
Dios ha puesto semillas de grandeza en tu interior, sueños por alcanzar, logros que realizar, pasos para crecer. Eso es lo importante en tu vida. Puede ser en diferentes áreas: En tus relaciones, en tu salud, en tus finanzas, en tu vida espiritual, o en tu vocación.
La pregunta es: ¿Dónde y cuándo vas a dar el próximo para concretar estas cosas? Me refiero a un día, hora y lugar en la agenda de tu próxima semana.
Y aquí es donde, honestamente, nuestra mejor respuesta suele ser: “Alguno de estos días”. El tema es que “algún día” es “nunca”. Pasa el tiempo, los años y nuestra vida no avanza.
La improvisación sucede cuando en vez de conquistar nuestro futuro para lo mejor lo entregamos a las circunstancias y a las agendas de otras personas.
Hay quien dice: “Yo soy el tipo de hombre con un plan. Y ese plan es improvisar.” Nos convencemos que somos libres: “No me pidas que tenga una agenda, o establezca metas, soy un alma libre, no estoy atado a nada.”
La realidad es que cuando vivimos así, no somos libres, somos esclavos de la improvisación.
Si no tenés metas para tu vida, estás dando el control de tu vida a alguien y a otras cosas. Si no tenés metas para tu vida, no vivís; sólo estás reaccionando. Sólo estás existiendo. Si no tenés metas claras para tu vida, solo andas a la deriva en tu vida. Y cuando estás a la deriva, siempre vas cuesta abajo.
Si no tenés metas para tu vida, ya has decidido dejar que otras personas manejen tu vida. Cómo no sabes lo que es importante, permitís que ellos decidan. Reaccionas a las circunstancias. Pasas toda tu vida desperdiciándola porque no aclaraste qué es lo importante. Estás permitiendo que otros arruinen tu vida.
Este muro solo se caerá cuando respondas a algunas preguntas que Dios no responderá, des algunos pasos que Dios no dará. Es decir, cuando hagas esto: Establezcas metas de fe.
Esta es una disciplina espiritual muy importante. Una meta es una declaración de fe. Una invitación a que el milagro suceda. Es cuando escribís en tu agenda:
“Dios ha puesto esto en mi corazón y sé que también pondrá Su ayuda de modo que…”
- “Para mediado de año terminaré con mis deudas”
- “Los jueves por la noche tendremos un devocional familiar”
- “La primera media hora del día será para leer mi Biblia”
- “En este semestre terminaré mis estudios”
- “Para fin de año reuniré lo necesario para independizarme”
El apóstol Pablo nos da su testimonio:
“No quiero decir que ya llegué a la perfección en todo, sino que sigo adelante. Estoy tratando de alcanzar esa meta… Hermanos, no considero haber llegado ya a la meta, pero esto sí es lo que hago:… Sigo hacia la meta… Entonces tengamos esa misma actitud todos los que hemos llegado a la madurez…” Filipenses 3:12-15 (PDT)
Una meta de fe es una cabecera de playa que anticipa la conquista del territorio. Una meta de fe es la estaca de andinista clavada sobre tu cabeza en la cual te apoyarás para ascender sobre el muro de piedra. Metas de fe son decisiones tomadas una vez, defendidas cada día, que te llevarán a conocer a Dios como nunca antes, crecer en carácter y bendecir a otros.
Rompe el muro de la improvisación y establece por fe el futuro que Dios ya te prometió.
Es tu decisión: Vivir la vida por intención o por improvisación. El tema es que nunca llegarás a ser el hombre que Dios quiere que seas, a menos que tengas la intención de convertirte en ese hombre.
¿Qué pasa si Dios tiene un plan y un propósito para tu vida, y te lo estás perdiendo?
Dios te ama tal como sos, pero Dios te ama demasiado para dejarte cómo estás.
¡Seguilo y te llevará a tu mejor vida!
Fabian